La importancia del juego como instrumento para el aprendizaje y estímulo para el pensamiento creativo.
¿Os imagináis un mundo en el que los niños no jugasen? ...nos tememos responder que no estamos tan lejos de ese escenario.
El juego es algo innato, natural y universal, surge de forma espontánea en todos los niñ@s y en todas las culturas. Los niñ@s juegan de forma inconsciente, sin esfuerzo, divirtiéndose y disfrutando en la construcción de sus aprendizajes.
A través del juego, los niñ@s toman el control de su propio cuerpo al coordinar movimientos, experimentan sentimientos y emociones, llevan a cabo sus ideas, organizan sus pensamientos y resuelven problemas. En definitiva, el juego es facilitador de emociones, experiencias, habilidades y pensamientos.
El juego implica curiosidad, creatividad, imaginación, exploración, auto y co aprendizaje.
Mediante el juego los niños van a desarrollar sus distintas capacidades. Mientras los niños corren, saltan, gritan, se relacionan con otros…se está favoreciendo el aprendizaje de todas las áreas de desarrollo infantil; sensorial, motriz, cognitiva, afectiva y social.
El niño va a necesitar el juego como un instrumento para su desarrollo, autonomía, aprendizaje y comprensión del mundo que les rodea.
Son estos los argumentos que nos llevan a entender el juego como un recurso potenciador del aprendizaje. Aprovechemos el juego para crear aprendizajes en lugar de hacerlo a través de ficciones, escenarios y técnicas menos naturales y motivadoras.
Pero para que el juego sea un instrumento de aprendizaje óptimo también es necesario la existencia de un ambiente óptimo. Entendiendo el ambiente no sólo como el espacio/lugar de juego, sino también los materiales, instrumentos y juguetes, los tiempos y la presencia de otros niños y adultos.
Como ya hemos adelantado, el juego necesita de instrumentos/materiales. Y estos deben ser diferentes dependiendo de la etapa de desarrollo en la que cada niño se encuentre. Con frecuencia se cae en el error de pensar que cuanto más avanzado sea ese material mayores serán las habilidades que adquiera nuestro hijo.
Debemos respetar las distintas fases de crecimiento y desarrollo de los niñ@s. Según la teoría de Piaget, la relación de los niñ@s con el entorno es diferente y viene determinada por el nivel real de desarrollo y el potencial de aprendizaje en cada etapa del desarrollo infantil:
Así, en el caso de los bebés (0-18 meses) el juego es de tipo motor. Los bebés responden a los estímulos que generan con su propio cuerpo (a través del movimiento o el descubrimiento y observación de partes de su cuerpo) o los que les presentan los adultos (tales como muecas, miradas, palabras, objetos, sonrisas…). Es un juego de observación, manipulativo y sensorial, centrado en descubrir las cualidades físicas de los objetos y las posibilidades propias. El juguete del niño es su propio cuerpo y las personas que conviven con él.
En la etapa de los 2 años, el juego es algo más simbólico. Los niños comienzan a imitar roles y comportamientos sociales, crean escenarios e historias dándole vida y utilidad a cualquier objeto que tienen a su alcance. Se desarrolla la imaginación y la creatividad. Algunas de sus herramientas de juego son los objetos cotidianos.
Es a partir de los 3 años cuando empieza a desarrollarse el lenguaje como herramienta dentro del juego simbólico y los niños comienzan a experimentar sentimientos, deseos, miedos… Aparecen los juguetes externos y la naturaleza.
Entre los 6-8 años llega el juego reglado. En esta etapa los niños desarrollan la capacidad de razonamiento y de socialización, la inteligencia lógica, la motricidad fina y la autoestima. Las materiales de juego pueden ser creados por ellos mismos y el juego explora una dimensión más social.
Como hemos visto, el juego tiene diferentes estados. Quizás uno de los más importantes es la de exploración de la vida real en la que los niños prueban, descubren situaciones y no tienen miedo a equivocarse ya que no tienen una idea preconcebida sobre el funcionamiento y utilidad de las cosas. Por ello es importante que jueguen sin interrupciones con instrucciones sobre cómo debe ser el juego. Los adultos ya hemos experimentado y descubierto el funcionamiento de las cosas y aún así cada uno de nosotros tenemos formas distintas de hacer y entender, por tanto, respetemos sus ritmos y dejémosles hacer y descubrir. De lo contrario, estaríamos condicionándolos y dirigiéndolos hacia un pensamiento único, anulando su capacidad creativa y espíritu critico.
Con esto no queremos llevar a pensar que los niños deben jugar en un entorno aislado y sin la presencia de un adulto. Al contrario, la figura del adulto en este proceso es muy importante. Debemos servirles de guía, proponerles formas de juego o introducirles nuevos materiales, ponernos a su mismas altura, ¨seguirles el juego¨, observarlos y estar expectantes a sus emociones y reacciones. De esta forma, podremos conocer sus necesidades e inquietudes y así poder seguir asistiéndoles en su proceso de aprendizaje, estimulándolos y ayudándoles a descubrir sus propias pasiones.
Sería un error creer que la tarea de un adulto debe limitarse a investigar los materiales de juego para sus hijos, comprarlos y ponérselos delante en forma de regalo. Creemos en la importancia de una nueva relación guía/adulto, juego y niñoo.
Y llegados a este punto, ¿Qué juguete o materiales creéis son los más apropiados para favorecer el aprendizaje y potenciar el pensamiento creativo en los niños?
Pensemos en un chico o una chica hoy, de 3 o 5 años. Podemos imaginar cómo será su futuro dentro de 20 años? Será el año 2037, y ese chico o chica tendrá cerca de 25 años, trabajará en cualquier lugar, pero que tipo de trabajo? Parece difícil poder responder, verdad?
Con toda seguridad los trabajos que mejor conocemos hoy, en 2037 o bien serán muy diferentes o probablemente ni existirán…, ante este escenario, creemos es muy importante explorar nuevas metodologías educativas, nuevas herramientas pedagógicas, juegos que permitan a nuestros hijos adquirir nuevas habilidades que les ayuden en este futuro escenario.
Se nos hace muy difícil imaginar que un juguete con una estética y forma muy definidas pueda tener otra finalidad distinta para la que fue diseñado, de ahí la importancia de los juegos libres, juegos abiertos, no estructurados, no determinados, diseñados como sistemas, con la potencialidad de ser usados de múltiples formas, juegos ideados en definitiva para potenciar la creatividad y curiosidad.
Necesitamos por tanto de juguetes diseñados y enfocados en lo que el niño puede hacer y/o explorar y no tanto en lo que el juguete pueda hacer, la necesidad de juegos para que los niños puedan formular nuevas preguntas y no juegos que faciliten las respuestas.