La mujer como depositaria y transmisora de la evolución de la especie
Desenvolverse como una mujer completa en la sociedad actual parece ser una misión imposible. Se han establecido unos cánones sociales de belleza, profesionales, de madre, educadora, esposa, etc. que nada tienen que ver con la verdadera naturaleza de ser mujer. Mientras se hacen esfuerzos denodados por cumplir estos roles, sus naturalezas auténticas se disipan entre las prisas y el estrés, en el mejor de los casos. La conciliación de la vida familiar y laboral sigue siendo una utopía, parece que cada vez está más cerca, pero más inalcanzable.
Actualmente, las consecuencias de este ritmo de vida de los padres, influyen directamente en sus hijos; los que necesitan cada vez más una atención educativa especializada y desafortunadamente, en algunos casos, el uso de fármacos para restablecer el equilibrio natural del niño.
Todo esto nos lleva a poner la atención en la importancia de la educación como parte indispensable en el proceso de desarrollo del niño, que es la precursora de los cambios emocionales, actitudinales y conductuales del menor, y a través de la cual se establece una estructura de pensamiento saludable y se produce el cambio biológico del niño como individuo y la transmisión a las sucesivas generaciones.
Justamente, las ultimas investigaciones avalan que la mujer es tanto depositaria como transmisora del ADN que tiene que ver con la evolución de la especie (Estudios de genes condicionados y ADN mitocondrial).
Las mujeres y los hombres son entonces el resultado de lo que sus antecesoras hayan sido, vivido y sentido, todo ello se ha heredado primero de individuo a individuo y después como especie. Esto nos lleva a un replanteamiento de la implicación de lo que significa ser madre/padre y de la responsabilidad adquirida con ello.
Esta perspectiva, pone a las mujeres y a los hombres en un papel activo, diferenciado y a su vez consciente del rol que cada uno debería desarrollar en relación a los valores morales y éticos que quieran transmitir a sus hijos y, a la vez, sentar las bases para la creación de una sociedad futura, capaz de generar una estructura de pensamiento sana basada en la salutogénesis y no en la enfermedad.
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Los niños pueden desarrollar una estructura de pensamiento sana cuando las madres lo hacen.
Parte de la estructura, de la herencia y de la tradición de la mujer, ha desapareciendo al asumir ésta todos los roles sociales externos y cultivar excesivamente el intelecto; es desde la responsabilidad y la voluntad de querer hacerlo, que podemos volver a conectarnos, naturalizarnos y poder conciliar de verdad vida laboral y familiar. Un capítulo aparte merece lo que debería ser el papel del padre.
Desnaturalizarse no es la solución a la realidad a la que se enfrentan las mujeres de hoy en día.
Conocer de que material genético, energético, emocional, perceptivo, conductual y cognitivo, está conformada una mujer; es la base para comprender el papel indispensable que desempeñan en la vida, en el mantenimiento o cambio social así como en la evolución del ser humano.
Es por ello que desde el humanismo se trabaja en unificar lo heredado con lo que la mujer es actualmente. El respeto en las diferencias individuales hace que cada proceso sea único, integral (familia y entorno) y personalizado.